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El Infinito y la Posibilidad
René Guénon
(Capítulo 1 de Los estados múltiples del Ser, de René Guénon. Ed. Obelisco, Barcelona, 1987)

Para comprender correctamente la doctrina de la multiplicidad de los estados del ser, es necesario remontarse, antes de cualquier otra consideración, hasta la más primordial de todas las nociones, la del Infinito metafísico contemplado en sus relaciones con la Posibilidad universal. Infinito es, según la significación etimológica del término que lo designa, lo que no tiene límites; y para conservar el sentido que a este término le es propio será preciso reservar rigurosamente su utilización a la designación de lo que no tiene absolutamente ningún límite, con exclusión de todo aquello que solamente se encuentra sustraído a ciertas limitaciones particulares, pero permanece sometido a otras en virtud de su propia naturaleza, a la cual son esencialmente inherentes, como ocurre, desde el punto de vista lógico, que no hace en definitiva más que traducir a su manera el punto de vista que podríamos llamar "ontológico", con los elementos que intervienen en la definición misma de aquello de que se trata. Esta observación es particularmente aplicable, como ya hemos tenido ocasión de indicar en diversas ocasiones, al número, al espacio y al tiempo, incluso en las concepciones más generales y más amplias que sea posible formarse de estos tres elementos y que sobrepasan con mucho las nociones que ordinariamente se tiene de ellos (1); en realidad, todo esto no puede nunca sino pertenecer al dominio de lo indefinido, ese indefinido al que algunos, cuando es de orden cuantitativo como en los ejemplos que acabamos de mencionar, dan de forma completamente abusiva el nombre de "infinito matemático", como si la agregación de un epíteto o de una calificación determinante a la palabra "infinito" no implicara ya en sí misma una contradicción pura y simple (2). De hecho, este indefinido, procedente del finito del que no es más que una extensión o desarrollo, y en consecuencia siempre reductible a él, no tiene ninguna medida común con el verdadero Infinito, análogamente a cómo la individualidad humana o cualquier otra individualidad, incluso comprendiendo la totalidad de las prolongaciones indefinidas de que sea susceptible, tampoco podría tener ninguna medida común con el ser total (3). Esta formación de lo indefinido a partir de lo finito, de la que tenemos un ejemplo muy claro en la formación de la serie de los números, sólo resulta posible a condición de que lo finito contenga ya en potencia a lo indefinido y, aún cuando los límites se alejaran hasta que de alguna manera los perdiéramos de vista, es decir, hasta que escapasen a nuestros ordinarios medios de medida, en modo alguno quedarían suprimidos por ello; es muy evidente, en razón de la naturaleza misma de la relación causal que "lo más" no puede proceder de "lo menos", ni lo Infinito de lo finito.
No podría ser de otra forma cuando se trata, como en el caso que nos ocupa, de ciertos órdenes de posibilidades particulares que están manifiestamente limitados por la coexistencia de otros órdenes de posibilidades, por tanto en virtud de su naturaleza propia, lo que hace que en ellos estén contenidas unas posibilidades determinadas pero no todas las posibilidades sin restricción. Si así no fuera, tal coexistencia con una indefinidad de otras posibilidades distintas, que no estén comprendidas en aquellas, siendo cada una de ellas similarmente susceptible de un desarrollo indefinido, sería una imposibilidad, es decir, un absurdo en el sentido lógico de la palabra (4). El Infinito, por el contrario, para ser verdaderamente tal no puede admitir ninguna restricción, lo que supone que debe ser absolutamente incondicionado e indeterminado, pues toda determinación, sea cual fuere, es forzosamente una limitación por el mero hecho de dejar algo fuera de sí, a saber, todas las determinaciones igualmente posibles. La limitación presenta, por otra parte, el carácter de una verdadera negación: poner un límite es negar, para lo que permanece dentro de él, todo lo que dicho límite excluye; en consecuencia, la negación de un límite es propiamente la negación de una negación, es decir, lógica e incluso matemáticamente, una afirmación, de tal forma que la negación de todo límite equivale en realidad a la afirmación total y absoluta. Lo que carece de límites es aquello de lo que nada puede negarse, por tanto lo que contiene todo, aquello fuera de lo cual nada hay; y esta idea del Infinito, que es por tanto la más afirmativa de todas, puesto que comprende o envuelve todas las afirmaciones particulares cualesquiera que éstas puedan ser, no se expresa por un término de forma negativa sino en razón misma de su indeterminación absoluta. En el lenguaje, en efecto, toda afirmación directa es forzosamente una afirmación particular y determinada, la afirmación de algo, mientras que la afirmación total y absoluta no es ninguna afirmación particular con exclusión de otras, puesto que las implica a todas por igual; y es fácil captar ahora la muy estrecha relación que esto presenta con la Posibilidad universal que comprende de la misma forma todas las posibilidades particulares (5).
La idea del Infinito, tal como acabamos de exponerla aquí (6), desde el punto de vista puramente metafísico, no es de ninguna forma discutible o impugnable, pues no puede encerrar en sí ninguna contradicción por el hecho mismo de no haber en ella nada de negativo; es, además, necesaria en el sentido lógico de la palabra (7), pues es la negación lo que sería contradictorio (8). En efecto, si se contempla el "Todo" en el sentido universal y absoluto, es evidente que no puede ser limitado de ninguna forma, pues sólo podría serlo por algo que le fuera exterior y si hubiera algo que le fuera exterior ya no sería el "Todo". Interesa subrayar, además, que el "Todo" en este sentido en modo alguno debe ser identificado con un todo particular y determinado, es decir, con un conjunto compuesto de partes que estarían con él en una relación definida; el "Todo" es, propiamente hablando, "sin partes", puesto que tales partes, debiendo ser necesariamente relativas y finitas, no podrían tener con él ninguna medida común ni en consecuencia ninguna relación, lo que equivale a decir que no existen para él (9); baste con esto para poner de relieve que no se debe pretender llegar a ninguna concepción particular del "Todo" (10).
Lo que acabamos de decir del Todo universal, en su indeterminación más absoluta, le puede ser igualmente aplicado cuando se lo contempla bajo el punto de vista de la Posibilidad; y, a decir verdad, no hay aquí ninguna determinación, o al menos sólo el mínimo de determinación requerida para hacerla actualmente concebible y sobre todo expresable en algún grado. Como hemos tenido ocasión de señalar en otra parte (11), una limitación de la Posibilidad total es, en el sentido propio de la palabra, una imposibilidad, puesto que debiendo comprender la Posibilidad para limitarla, no podría estar comprendida en ella, y lo que está fuera de lo posible no puede ser otra cosa que imposible; pero una imposibilidad, no siendo nada más que una negación pura y simple, una verdadera nada, no puede evidentemente limitar nada, de donde se deduce directamente que la Posibilidad universal es necesariamente ilimitada. No obstante, es preciso tener muy en cuenta que lo que acabamos de decir no es naturalmente aplicable más que a la Posibilidad universal y total, que viene entonces a ser lo que podríamos llamar un aspecto del Infinito, del que no es distinta en ninguna forma ni en ninguna medida; no puede haber nada que esté fuera del Infinito, puesto que eso sería una limitación y en tal caso ya no podría hablarse de Infinito. La concepción de una "pluralidad de infinitos" es un absurdo, puesto que se limitarían recíprocamente de forma que en realidad ninguno de ellos sería infinito (12); por tanto, cuando decimos que la Posibilidad universal es infinita o ilimitada, es preciso entender por ello que no es otra cosa que el Infinito mismo contemplado bajo un determinado aspecto, en la medida en que nos esté permitido afirmar que hay aspectos en el Infinito. Puesto que el Infinito es verdaderamente "sin partes", tampoco podría hablarse, en rigor, de una multiplicidad de aspectos existentes real y "distintivamente" en él; somos nosotros quienes, a decir verdad, concebimos el Infinito bajo uno u otro aspecto, porque no nos es posible hacerlo de otra forma, e, incluso si nuestra concepción no fuera esencialmente limitada, como lo es en tanto que estamos en un estado individual, debería forzosamente limitarse para hacerse expresable, puesto que para ello debe necesariamente revestirse de una forma determinada. Lo realmente importante es comprender bien el origen y el alcance de la limitación, a fin de no atribuirla más que a nuestra propia imperfección, o más bien a la de los instrumentos interiores y exteriores de que actualmente disponemos en tanto que seres individuales, no poseyendo efectivamente como tales más que una existencia definida y condicionada, y no trasladar esta imperfección, puramente contingente y transitoria como las condiciones a las que se refiere y de las que deriva, al dominio ilimitado de la propia Posibilidad universal.
Añadamos todavía una última observación: si se habla correlativamente del Infinito y la Posibilidad, no es con objeto de establecer entre ambos términos una distinción que no podría existir en realidad; ello significa simplemente que el Infinito es entonces contemplado más específicamente bajo su aspecto activo, mientras que la Posibilidad es su aspecto pasivo (13); pero ya sea contemplado por nosotros como activo o como pasivo, es siempre el Infinito, que no puede ser afectado por estos puntos de vista contingentes, y las determinaciones, cualquiera que sea el principio por el que se las efectúa, no existen más que en relación a nuestra concepción. Se trata pues, en suma, de lo mismo que ya en otro lugar hemos denominado, haciendo uso de la terminología extremo-oriental, la "perfección activa" (Khien) y la "perfección pasiva" (Khuen), siendo la Perfección, en sentido absoluto, idéntica al Infinito entendido en toda su indeterminación; y como entonces decíamos, puede establecerse una analogía, pero en otro grado y desde una perspectiva mucho más universal, con lo que son en el Ser la "esencia" y la "substancia" (14). Es preciso comprender correctamente que el Ser no encierra toda la Posibilidad y que, en consecuencia, no puede de ninguna manera ser identificado con el Infinito; por este motivo decimos que el punto de vista en que ahora nos colocamos tiene un alcance mucho más universal que aquel en que deberíamos situamos si quisiéramos enfocar exclusivamente el Ser; nos limitamos a hacer esta breve indicación para evitar toda confusión, pues tendremos ocasión, de ahora en adelante, de explicarnos con mayor amplitud.
NOTAS
1. Es preciso subrayar que decimos "generales" y no "universales", pues sólo se trata de condiciones especiales de determinados estados de existencia, y nada más; esta advertencia debe ser ya suficiente para comprender que no podría plantearse en este caso la cuestión de la infinitud, al ser estas condiciones evidentemente limitadas, lo mismo que los propios estados a los que se aplican y a cuya definición contribuyen. (Retorno)
2. Si utilizamos en ocasiones la expresión "Infinito metafísico", precisamente para señalar de forma más explícita que en modo alguno se trata del pretendido "infinito matemático" o de otras "falsificaciones del Infinito", si se nos permite hablar así, tal expresión no cae de ninguna manera bajo la objeción que aquí formulamos, puesto que el orden metafísico es realmente ilimitado, de forma que no hay allí ninguna determinación, sino al contrario la afirmación de lo que sobrepasa toda determinación, mientras que quien dice "matemático" restringe por ello mismo la concepción a un dominio específico y limitado, el dominio de la cantidad. (R)
3. Véase Le Symbolisme de la Croix, caps. XXVI y XXX. (R)
4. Absurdo, en el sentido lógico y matemático, es lo que implica contradicción; se identifica con lo imposible, pues es la ausencia de contradicción interna la que, tanto lógica como ontológicamente, define la posibilidad. (R)
5. Sobre la utilización de términos negativos en su forma pero cuyo significado real es esencialmente afirmativo, véase Introduction générale a l'étude des doctrines hindoues, 2ª parte, cap. VIII y L'homme et son devenir selon le Vêdânta, cap. XV. (R)
6. No decimos de definirla, pues resultaría obviamente contradictorio pretender dar una definición del Infinito; y hemos puesto ya de manifiesto que el propio punto de vista metafísico, en razón de su carácter universal e ilimitado, no es más susceptible de ser definido. (Introduction générale a l'étude des doctrines hindoues, 2ª parte, cap. V). (R)
7. Hay que distinguir esta necesidad lógica, que es la imposibilidad de que una cosa no sea o de que sea diferente de lo que es, y esto independientemente de toda condición particular, de la necesidad llamada "física" o necesidad fáctica, que es simplemente la imposibilidad para las cosas o los seres de no conformarse a las leyes del mundo a que pertenecen, y que, en consecuencia, está subordinada a las condiciones por las que este mundo está definido y no tiene validez más que en el interior de ese dominio específico. (R)
8. Ciertos filósofos, habiendo argumentado muy justamente contra el pretendido "infinito matemático" y habiendo mostrado todas las contradicciones que esta idea implica (contradicciones que desaparecen, por lo demás, desde que se cae en la cuenta de que no hay más que Infinito), creen haber demostrado por eso mismo, y al mismo tiempo, la imposibilidad del Infinito metafísico; todo lo que en realidad demuestran con semejante confusión es su propia ignorancia en lo que a este último caso respecta. (R)
9. En otros términos, lo finito, aun cuando sea susceptible de extensión indefinida, es siempre rigurosamente nulo respecto al Infinito; en consecuencia, ninguna cosa o ningún ser puede ser considerado como "parte del Infinito", lo que constituye una errónea concepción propia del "panteísmo", pues la misma utilización de la palabra "parte" supone la existencia de una relación definida con el todo. (R)
10. Es especialmente importante no concebir el Todo universal a la manera de una suma aritmética, obtenida por la adición de sus partes tomadas una a una y sucesivamente. Incluso cuando se trata de un todo particular, hay dos cosas que deben ser tenidas en cuenta: un todo verdadero es lógicamente anterior a sus partes e independiente de ellas; un todo concebido como lógicamente posterior a sus partes, de las que no es más que su suma, sólo constituye en realidad lo que los filósofos escolásticos llamaban un ens rationis, cuya existencia, en tanto que "todo", está subordinada a la condición de ser efectivamente pensada como tal; el primero tiene en sí mismo un principio de unidad real, superior a la multiplicidad de sus partes, mientras que el segundo no tiene otra unidad que la que nosotros le atribuyamos por el pensamiento. (R)
11. Le Symbolisme de la Croix, cap. XIV. (R)
12. Véase ibid., cap. XXIV. (R)
13. Es Brahma y su Shakti en la doctrina hindú (véase L'Homme et son devenir selon le Vêdânta, caps. V y X). (R)
14. Véase Le Symbolisme de la Croix, cap. XXIV. (R)

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